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Jeppener: la puerta al turismo rural

Una prolija localidad que nació a la par del ferrocarril es el punto de partida para una excursión por varios pueblos donde podemos vivir experiencias muy variadas.

Cuando vamos de visita a un pueblo bonaerense, es muy probable que las localidades cercanas tengan características similares, porque generalmente comparten orígenes y crecimiento. Pero Jeppener rompe con esa costumbre porque, aparte de sus propias propuestas para una escapada, nos abre la puerta a una excursión de turismo rural donde cada parada ofrece una experiencia distinta.

Este pueblo de 2500 habitantes queda a pocos kilómetros de la ciudad de Coronel Brandsen y camino a destinos turísticos reconocidos como General Belgrano. El territorio empezó a tomar forma cuando en 1779 se mudó el Fortín “El Zanjón” hacia la laguna de Chascomús, con lo cual empezaron a instalarse estancias. Pero el nacimiento formal fue el 14 de agosto de 1865, cuando llegó el primer tren desde Constitución.

Los terrenos de la estación fueron cedidos por el alemán Guillermo Jeppener que, según el propio intendente, se pronuncia tal cual se lee (aunque realmente lo escuché de múltiples formas). Por ese entonces, era frecuentado especialmente en la primavera, cuando llegaban familias que tenían campos en las inmediaciones. Algunas costumbres eran ir al teatro u organizar bailes y otras reuniones sociales.

El predio del ferrocarril, que todavía está en servicio, es uno de los principales atractivos y hasta punto de reunión. Por ejemplo, en el parque “La Tranquera” que está junto a las vías, se hicieron gran parte de los festejos por su 154º aniversario: feria de artesanos, algunos puestos gastronómicos y espectáculos musicales que pusieron al público a bailar.

Ese mismo día, pero por la mañana, hubo un desfile por su prolija avenida principal: primero pasaron las principales instituciones del partido y, luego de ese momento, comenzaron a desfilar las agrupaciones tradicionalistas. Si bien esto ocurre a lo largo de toda la provincia, me resultó llamativo descubrir que hay muchos de estos grupos radicados en el conurbano: Adrogué, Bernal, Burzaco, Florencio Varela o San Vicente.

Como ya habíamos comentado alguna vez, la tradición no es sólo patrimonio de personas que llevan toda una vida dedicada al campo, sino que también hay cada vez más jóvenes que incluso participan junto a sus niños. Todos fueron saludados por un payador al que, si bien se le complicó un poco ponerle poesía a los años que estaba cumpliendo Jeppener, sin dudas debió hacer un esfuerzo mental importante para improvisar durante más de una hora.

Otro punto destacado para conocer es la Casa Rojo, a pocos metros de la parada del tren, donde transcurrió gran parte de la vida social: comenzó como un almacén de ramos generales en el que la energía provenía del kerosén, luego tuvo actividad bancaria, funcionó como boliche bailable, fue cabecera del servicio de taxi y también hubo un surtidor de combustible.

Alejándonos un poco del centro podemos ver un paisaje más rural, al que ya estamos acostumbrados, con las calles de tierra, grandes construcciones de una antigüedad importante y lo que quedó de las viejas postas que se usaban para el intercambio de caballos a lo largo del transporte comercial y de correo.

En cuanto al turismo, podemos aprovechar para tener un día de paseo o contratar algunos paquetes que ofrecen las estancias cercanas. A la hora de comer en la zona céntrica, no esperen alta gastronomía o grandes asadores criollos como ocurre en Tomás Jofré, Carlos Keen o Villa Ruiz, sino comidas al paso o la propuesta de una cervecería artesanal.

Pero la visita no debería terminar acá, porque la línea Roca nos permite conocer otros dos lugares donde la vida es muy diferente a la de Jeppener. La primera parada es Altamirano que, con el 10% de la población de su vecino, ofrece un gran atractivo para los apasionados por la fotografía: calles típicamente de pueblo y grandes talleres ferroviarios que siempre ofrecen interesantes imágenes. Y la siguiente es Gándara que, luego de que cerrara la conocida fábrica láctea, quedó virtualmente abandonada.

Los mejores momentos para hacer este recorrido son durante su cumpleaños, que se prolonga por varios días y tiene múltiples propuestas, o para la celebración de su patrono San José Obrero. De todos modos, al estar tan cerca y permitirnos un recorrido tan rico en experiencias -incluso para los que no acostumbran a hacer estos viajes-, la verdad es que se puede aprovechar cualquier fin de semana.

¿Dónde queda?

Jeppener está a 15 kilómetros de la ciudad de Coronel Brandsen. Su cabecera queda a 85 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires por las rutas 210 y 205 o a 50 kilómetros de La Plata. Altamirano y Gándara, cada una, implican entre 10 y 15 kilómetros adicionales de viaje.

¿Cómo llegar?

  • En automóvil: la manera más práctica desde la Capital Federal es ir por la Autopista Buenos Aires-La Plata, tomar el ramal Hudson y continuar por la Autovía 2 hasta el Cruce Etcheverry (altura calle 44 del casco urbano platense). Desde ahí, seguir por la Ruta Provincial 215 hacia Brandsen y, tras cruzar las vías de la línea Roca, doblar hacia la Ruta Provincial 29. A aproximadamente 15 kilómetros está el acceso, el cual tiene un desvío que lleva a la ruta camino a Altamirano y Gándara. El tramo entre estas dos últimas es de tierra y está en mal estado.
  • En tren desde Capital Federal: es la mejor opción para hacer el paseo completo, yendo con el servicio eléctrico Plaza Constitución – Alejandro Korn y luego combinando con el que va hacia Chascomús. Las estaciones siguientes a Jeppener son Altamirano y Gándara.
  • En micro desde La Plata: la empresa Unión Platense sale aproximadamente cada hora hacia Brandsen y, algunas veces por día, nos lleva también hasta el acceso a Jeppener. En el primer caso, debemos combinar con la línea 500 que sí ingresa a la localidad y nos lleva también a Altamirano en ciertos horarios. A Gándara no hay manera de llegar con transporte automotor.

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